Desde mi punto de vista, la arquitectura es mucho más que la creación de espacios funcionales; es un arte que transforma nuestras vidas a través de la experiencia, la emoción y la conexión con el entorno. Es un lenguaje que equilibra la funcionalidad con la belleza y la accesibilidad, mientras integra a la naturaleza como un elemento vital, no solo como inspiración, sino como parte esencial del diseño.
La arquitectura tiene el poder de contar historias y generar atmósferas que dialoguen con quienes las habitan. Cada espacio debe ser pensado para evocar emociones, crear recuerdos y conectar a las personas con el contexto en el que viven. Este enfoque no está reñido con la funcionalidad, sino que la refuerza. Diseñar espacios útiles, eficientes y accesibles para todos, independientemente de sus capacidades, es una prioridad que guía mi visión. Creo en una arquitectura inclusiva desde su concepción, en la que cada detalle contribuye a un diseño que respete y enriquezca tanto a las personas como a su entorno.
La naturaleza es un componente imprescindible en mi manera de entender la arquitectura. Su integración, a través de materiales naturales, luz, vegetación y estrategias de diseño sostenible, no solo aporta calidad estética y emocional, sino que también conecta al ser humano con su origen y promueve un desarrollo respetuoso con el medio ambiente.
Mi visión se fundamenta en crear una arquitectura humanista e integral, que sirva como puente entre lo construido y lo humano. Busco diseñar espacios que no solo cumplan con necesidades prácticas, sino que también tengan un impacto positivo, profundo y duradero en las personas y el entorno que los rodea. Creo que la arquitectura, bien concebida, puede transformar vidas y contribuir a un mundo más equilibrado, bello y sostenible.
Para mí, la arquitectura también se nutre de las grandes lecciones que han dejado los referentes del pasado y del presente. Uno de mis mayores referentes es Antoni Gaudí, cuya obra me inspira profundamente por su capacidad de fusionar arquitectura, arte y naturaleza, creando espacios únicos cargados de simbolismo y emociones. También admiro a Ricardo Bofill, por su habilidad para combinar monumentalidad y poesía, como se refleja en proyectos icónicos como La Fábrica o Walden 7, y a Luis Barragán, quien eleva la arquitectura a una experiencia espiritual a través del color, la luz y el manejo magistral del espacio. Además, me inspiran figuras como Frank Lloyd Wright, con su arquitectura orgánica que integra los edificios con su entorno, y Peter Zumthor, cuya sensibilidad al crear atmósferas y espacios sensoriales resalta la dimensión emocional de la arquitectura. Estas influencias me han enseñado que la arquitectura no es solo técnica, sino un medio para conectar a las personas con su espacio, su contexto y sus emociones, algo que intentaré llevar siempre a mis proyectos.